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17 de diciembre de 2022

CONSTANTES VITALES

Los enfermeros deben tener un control diario de las constantes vitales de sus pacientes; previniendo, valorando, registrando y tratando las alteraciones que vayan surgiendo. A la hora de tomar las constantes, se debe controlar el pulso, la tensión arterial, la temperatura, y la respiración.

En cuanto al pulso, se debe valorar la frecuencia y el tipo de latido cardíaco. Debemos diferenciar el pulso periférico, que se puede palpar en distintos puntos del cuerpo (arteria temporal, carotídea, radial, femoral...), y el pulso central, que se auscultaría con un fonendoscopio en el ápice del corazón. La frecuencia cardíaca normal en un adulto ronda entre 60 y 80 latidos por minuto, mientras que en lactantes las frecuencias normales se sitúan entre los 120 - 140 lpm. En cuanto al ritmo, las pautas deben ser regulares, de lo contrario se trataría de una arritmia de la que se debe informar si no se tenía constancia. También se debe tener en cuenta la fuerza del pulso, la cual debe ser capaz de expulsar de 60 a 70 ml de sangre por latido. Por último, consideraremos la elasticidad de las arterias, ya que su pared debe reflejarse blanda, recta y lisa. Junto con todo esto, sabiendo que una frecuencia normal ronda los 70 lpm, y se eyectan 70 ml de sangre por latido, se puede calcular el gasto cardíaco multiplicando ambos valores, dando que lo normal es que se bombeen 4,9 litros de sangre por minuto.


Por otro lado, para la valoración de la tensión arterial precisaremos de un esfigmomanómetro y un fonendoscopio, La técnica consistiría en colocar el fonendo en la arteria braquial mientras que le damos una presión de unos 200 mmHg, a continuación liberaríamos la válvula y auscultaríamos dos valores específicos, cuando comencemos a escuchar el pulso y cuando dejemos de hacerlo. Estos coincidirían con la tensión sistólica, que es la fuerza que ejerce la sangre en la contracción ventricular, y la tensión diastólica, que es la fuerza en la relajación ventricular. Una tensión arterial normal en adultos variaría entre 120-130/70-80 mmHg, en niños 60-90/40-50 mmHg, y en ancianos 140-150/80-90 mmHg. En la actualidad lo más común es medir la tensión con unos aparatos más precisos llamados tensiómetros, que facilitan en gran medida la labor del personal de enfermería, proporcionando una medición más rápida y eficaz de la tensión y la frecuencia del paciente.


La temperatura la medimos con un instrumento llamado termómetro, el cual puede ser de mercurio, eléctrico, por infrarrojos e incluso químico. Las células de nuestro organismo viven en unos límites de entre 34ºC y 42ºC, lo normal es que se sitúen entre los 36-37ºC por lo que si se sufren alteraciones pueden ser indicios a tener en cuenta. La hipotermia hace referencia a la temperatura baja, por lo general aparece cuando el cuerpo se ve sometido a mucho frío, aunque si se detecta tras un traumatismo o una cirugía, puede ser indicativo de gran pérdida de sangre o hemorragia interna. Si la temperatura está un poco más elevada de lo normal sin sobrepasar los 38ºC, hablaríamos de una febrícula. Se denomina fiebre o pirexia cuando la temperatura asciende por encima de los 38ºC hasta los 40ºC, ya que si sobrepasa esta cifra ya se trataría de algo más grave, la hiperpirexia.


Para la valoración de la respiración deberemos fijarnos en la frecuencia, ritmo, profundidad y la presencia de sonidos respiratorios. Es importante que el paciente desconozca que estamos prestando atención a su respiración, ya que podría variarla voluntariamente modificando nuestra observación. Por ello, de paso que tomamos otras constantes como el pulso o la tensión, deberemos aprovechar y valorar al mismo tiempo las variables mencionadas. Una frecuencia respiratoria normal debería rondar entre 12-16 respiraciones por minuto, si detectamos que han sido 20 se trataría de una taquipnea, si fueron menos de 10 una bradipnea, y en el caso de que cesara la respiración por completo hablaríamos de apnea. En cuanto al ritmo, debe haber una relación rítmica entre inspiración y espiración, si el paciente es capaz de inhalar profundamente pero no exhalar por completo estaríamos ante una respiración apnéustica. La profundidad va de la mano del volumen respiratorio, lo normal sería mover en torno al medio litro de aire por cada ciclo respiratorio, no obstante se podrían identificar alteraciones como una respiración muy superficial, una batipnea (respiración profunda), hiperpnea (mayor profundidad y frecuencia), hipopnea (menor profundidad y frecuencia), o la respiración tipo Kussmaul que es característica de algunas reacciones fisiológicas de nuestro cuerpo. Por último, una respiración normal debería ser silenciosa y realizarse sin esfuerzo, sin embargo se podrían auscultar anomalías como sibilancias (sonido silbante), disneas (respiración laboriosa), estertores (ruidos anormales), u ortopneas (respiración difícil excepto en posición erguida).


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