Una de las funciones más importantes del personal de enfermería es la administración de medicamentos, por lo que los enfermeros deben ser expertos a la hora de identificar que se le va a dar a los pacientes, teniendo en cuenta los efectos secundarios y las reacciones que puedan desencadenar. Para ello, el manejo de los medicamentos debe partir de la regla de oro de los cinco correctos, la cual nos dice que antes de administrar cualquier medicación debemos comprobar que es el medicamento correcto, para el paciente correcto, a la hora correcta, con la dosis correcta, y con la preparación correcta.
Los medicamentos son sustancias con una serie de propiedades que nos permiten utilizarlos con fines curativos, preventivos, diagnósticos o paliativos. Pueden administrarse por vía directa o indirecta. Dentro de los medicamentos administrados por vía indirecta tenemos lo orales, en los que englobamos jarabes, comprimidos o cápsulas; lo rectales y vaginales, como los óvulos y supositorios; los que se ingieren por vía inhalatoria mediante las nebulizaciones e inhaladores; y por último los tópicos, donde entrarían las pomadas, geles, ungüentos, a mayores de las soluciones óticas, oftálmicas y nasales.
Por otro lado, los medicamentos administrados por vía directa o parenteral serían los que se inyectan directamente en el cuerpo atravesando la piel. Según el tipo de sustancia de la que se trate, variaría entre la administración intradérmica, subcutánea, intramuscular, intravenosa, e incluso intracardíaca. Esta vía presenta algunas ventajas frente a la indirecta, ya que es más rápida, completa y puede utilizarse en todos los pacientes. No obstante, también presenta un mayor riesgo de infección, pueden lesionarse vasos y nervios, requieren de una técnica más específica y compleja, es más dolorosa, y en general las complicaciones suelen ser más graves.
Dentro de los medicamentos, independientemente de la vía de administración, podemos distinguir distintos grupos según sus finalidades. Los analgésicos y antiinflamatorios son aquellos destinados a aliviar el dolor físico, entre ellos diferenciamos los opiáceos, que son más potentes como la morfina, y los no opiáceos como los AINE, que alivian fiebres e inflamaciones pero que pueden irritar la mucosa del aparato digestivo. Los antiinfecciosos sirven para combatir cualquier tipo de infección, ya sea por hongos con los antifúngicos, por bacterias con los antibióticos, por parásitos con los antiparasitarios, o por virus con los antivirales. Los mucolíticos y antitusivos ayudan a eliminar la tos no productiva, y a disminuir la mucosidad cuando dificulta la respiración. Los antiulcerosos y antiácidos son diferentes entre ellos, pero ambos buscan reducir la secreción gástricas. Los antidiarreicos detienen los efectos de la diarrea inhibiendo la motilidad intestinal, mientras que los laxantes tienen el efecto contrario ayudando frente al estreñimiento. Los antipiréticos se utilizan para reducir la fiebre, como es el caso del paracetamol, las aspirinas o el ibuprofeno. Los antialérgicos, como su nombre indica, ayudan a combatir los efectos de una reacción alérgica siendo los antihistamínicos los más populares, sin embargo su consumo puede producir cefaleas, fatiga, diarrea y somnolencia.
Referencia bibliográfica:
EOC. La clasificación de los medicamentos [Internet]. Escola d’Oficis Catalunya. 2020 [citado el 29 de diciembre de 2022]. Disponible en: https://eoc.cat/clasificacion-de-los-medicamentos/
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